Las luchas del campesinado por unas condiciones de vida dignas se repiten a lo largo de distintos territorios y a diferentes escalas en todas las etapas de su historia. Actualmente, podemos verlo en las movilizaciones y demandas reclamando un precio justo por los alimentos producidos. La figura del campesinado ha sido y sigue siendo una figura clave en los estudios de Antropología Social y Cultural. Históricamente los debates se han focalizado en el modelo económico y la subsistencia del campesinado, así como en su papel político y de resistencia, entre otras cuestiones.
En la actualidad, el campesinado se contrapone con el desarrollo de la agroindustria que prioriza la producción y el capital frente la reproducción social y la vida. Esta situación dificulta la sostenibilidad de la vida campesina e implica múltiples tensiones y resistencias, así como procesos de adaptación e integración al contexto agroindustrial predominante. Desde este simposio nos proponemos explorar diferentes formas de vivir y ser campesina/o hoy en día, con especial énfasis en los retos y estrategias que encuentran para su subsistencia, los dilemas morales y/o éticos que enfrentan en este camino, o las nuevas formas de ser campesina/o en un contexto agroindustrial.
¿Cómo podemos definir al campesinado a través de la actual experiencia etnográfica? ¿Es pertinente seguir utilizando este término? Y si es el caso ¿Que nuevos matices contempla esta figura en relación con su actual contexto socio-cultural? ¿La vida campesina es sostenible económica, social y ambientalmente? ¿Cuáles son las mayores tensiones que emergen en el campesinado actual?
Simposio
Pensar sobre la figura del campesinado es hoy más que nunca fundamental a la hora de mejorar nuestro entendimiento sobre el cambio cultural en las sociedades industriales. A pesar de haber sido ampliamente debatida la separación y delimitación del sujeto de estudio, el campesinado aparece en la literatura clásica dotado de una conexión particular con la sociedad más amplia. Esta conexión se caracteriza principalmente por la transferencia de los excedentes a un grupo dominante (Wolf 1976). También destaca su economía centrada en la reproducción social de los hogares por encima de la búsqueda del beneficio (Narotzky 2016). Este hecho hace que el campesinado tenga un estilo de vida en el que diversifique sus recursos y estrategias para la reproducción, llevando así una actividad interconectada entre el hogar, la agricultura, el campo y la utilización de la ganadería. Además, la figura del campesino ha sido tradicionalmente asociada en la literatura a un sujeto político, ejerciendo una resistencia ante el cambio cultural y las formas de producción.
Este estilo de vida es revindicado en la actualidad desde movimientos sociales como la agroecología. Tal como detalla Eduardo Sevilla Guzmán (2000) “Los elementos centrales de la Agroecología se agrupan en 3 dimensiones: ecológica o técnico-agronómica (considerar el funcionamiento ecológico de la naturaleza y su artifilización mediante el manejo agrícola, ganadero y forestal); socioeconómico o de desarrollo local (incorporar la perspectiva histórica y el conocimiento local mediante estrategias de investigación-acción-participativa); y sociocultural y política (introducir junto con el conocimiento científico otras formas de conocimiento local y articularlas con movimientos sociales y de resistencia a la modernización capitalista)”. En este sentido, la perspectiva agroecológica incluye no solo el uso de unas determinadas técnicas de producción agrícola orientadas a la producción de alimentos sino también considera las relaciones socioeconómicas, socioculturales y políticas que se establecen en la agricultura a lo largo del tiempo en los diferentes territorios.
En general, desde los años 60 hasta la actualidad, el sistema agrario se caracteriza por una fuerte industrialización y por la creciente dependencia de los agroquímicos y los combustibles fósiles. Así, la Revolución Verde transformó algunas actividades tradicionales agrícolas como el uso de semillas locales o de estiércol de fincas próximas en sectores industriales (Goodman y Redclift, 1991). Los nuevos productos industriales agrícolas serían posteriormente reincorporados en la actividad agraria en forma de semillas mejoradas y agroquímicos que se deberían comprar año tras año. Esta industrialización ha impuesto una total monetarización de la economía agraria y gran parte de las fincas anteriormente organizadas en base al consumo de pequeñas comunidades, reorientaron su producción a la obtención de excedentes destinados a la venta exterior. Por otro lado, se ha producido una fuerte mecanización del trabajo agrícola que ha provocado una progresiva disminución de la población que se dedica exclusivamente a la agricultura. Este modelo de producción va ligado a un modelo de distribución centralizada de “alimentos quilométricos” controlado por unas pocas transnacionales. Estas empresas son las que acaban determinando qué es lo que consumimos, el precio de los alimentos, su procedencia y su elaboración (Montagut y Vivas, 2009: 5). Así, la producción agroindustrial no está determinada por las necesidades alimentarias humanas, sino que su principal objetivo es la maximización de beneficios.
En la actualidad, el estilo de vida campesino se encuentra en el límite de la sostenibilidad. Como muestra Lidia Montesinos (2013) en su trabajo sobre los campesinos en Navarra, las formas de producción se están viendo sometidas a nuevas prácticas insertas en la economía de mercado. Este hecho hace que formas de vida centradas en la producción en la pequeña granja no sean sostenibles debido a las presiones externas, tales como el cambio en las normativas de sanidad o bienestar animal y realicen un cambio en sus formas tradicionales de producir transformando así su estilo de vida también. Este hecho también lo vemos en el sector ganadero de Galicia, donde los precios percibidos no cubren los costes de producción y los ganaderos reclaman un precio justo que también tenga en cuenta su papel de cuidadores del territorio (Martínez 2018).
A pesar que algunos autores hablan de la descampesinización, es decir, la progresiva desaparición de la figura del campesinado, también encontramos teorías que defienden la recampesinización, al menos en Europa (Ploeg 2008). Esta recampesinización estaría formada por una reconversión al estilo de vida campesino de poblaciones vinculadas al mundo rural. En la misma línea encontramos en el fenómeno neo-rural (Nogue i Font 1988) y más en concreto en el llamado neo-campesinado (Chevalier 1993) un nuevo impulso de repoblación y revitalización de este estilo de vida. Los neo- campesinos se definen en su mayoría como personas jóvenes con educación superior que migran de la ciudad al campo con la intención de recrear un estilo de vida campesino. En general, se trata de personas con poca vinculación previa al mundo rural, con motivaciones políticas muy a menudo vinculadas al decrecimiento, el anti-desarrollismo, el ecologismo, el comunismo libertario, etc. que inician actividades agrarias altamente diversificadas y con serias dificultades de viabilidad económica de los proyectos en el contexto agroindustrial.
Nos encontremos ante una descampesinización o recampesinización, la experiencia etnográfica nos demuestra que en la actualidad podemos encontrar grupos humanos, más o menos organizados, que orientados a la sostenibilidad de la vida por encima de la acumulación del capital y tratan de reproducir un estilo de vida digno a través de la actividad agraria en entornos rurales. Es por ello que percibimos de vital interés adentrarnos en experiencias de campo o reflexiones teóricas que aporten una discusión sobre cuáles están siendo los retos y estrategias a los que acuden estos grupos para sostener sus vidas. Nos interesa ahondar en la pertinencia del concepto de campesinado y si esta etiqueta, tan debatida desde su nacimiento, encuentra hoy en día una resignificación que nos ayude en una mejor comprensión del contexto social que lo envuelve. Cuestiones como la vigencia del perfil político del campesinado o su rol de resistencia ante el avance del neoliberalismo nos resitúan en los debates clásicos que nos llevan a pensar en las nuevas formas de ser campesina/o en el actual contexto agroindustrial ¿Cómo se logra y a costa de qué la sostenibilidad social, ambiental y económica en un contexto de mercado centrada en la maximización de beneficios? Este simposio quiere explorar estas diferentes formas de vivir y ser campesina/o hoy en día, con especial énfasis en los retos y estrategias para vivir una vida digna en un contexto agroindustrial que se imponen violentamente.
Bibliografía
Chevalier, M. (1993). Neo-rural phenomena. Espeace Géographiqu, (Espaces, modes d’emploi. Two decades of l’Espace géographique, an anthology. Special issue in English), 175–191. https://doi.org/10.3406/spgeo.1993.3201
Guzmán, G., González de Molina, M. y Sevilla, E. 2000 Introducción a la Agroecología como desarrollo rural sostenible. Madrid: Mundi-Prensa
Goodman, D. y Redclift, M. (1991) Refashoring Nature. Londres: Routledge.
Martínez, B., 2018 Tensiones entre los distintos aspectos de la sostenibilidad económica, social y medioambiental: el caso de las explotaciones agropecuarias gallegas Tesis Doctoral. Departament d’Antropologia Social, Universitat de Barcelona
Montagut, X. y Vivas, E. (2009) Del campo al plato. Los circuitos de producción y distribución de alimentos. Barcelona: Icaria.
Montesinos, L. (2013). Apoyo mutuo, economías solitarias y supervivencia sostenible. In S. Narotzky (Ed.), Economías cotidianas, economías sociales, economías sostenibles. Barcelona: Icaria.
Narotzky, S., 2016. Where Have All the Peasants Gone? Annu. Rev. Anthropol. 45, 301–318. https://doi.org/10.1146/annurev-anthro-102215-100240
Nogué i Font, J. (1988). El fenómeno neorural. Agricultura y Sociedad, 47(176), 145–175.
Ploeg van der, J.D., 2008. The New Peasantries. Struggles for autonomy and sustainability in an era of empire and globalization. Earthscan, London and New York.
Wolf, E., 1976. El campesinado y sus problemas, in: Godelier, M. (Ed.), Antropología y Economía. Anagrama, Barcelona, pp. 260–275.