Partiendo de una perspectiva relacional (Spies, 2019), esta comunicación pretende presentar una reflexión sobre cómo un aspecto cercano a la “brujería” —esta palabra muy mal traducida pero ampliamente utilizada en antropología (Geschiere, 2006)— puede ser utilizada como lenguaje para interpretar el mundo (Geschiere, 2006; 2013; West, 2009; Favret-Saada, 1980, Comaroff y Comaroff, 1999) a partir de las narrativas de zoomorfismo (limaria bidadu, animal transformado) aportadas por mis interlocutores balanta en Guinea-Bisáu.
Al abordar específicamente los balanta kontoi, que, según mis interlocutores, pueden transformarse en ciertos animales, analizo cómo el cocodrilo y la hiena pueden ser considerados arquetipos opuestos. El cocodrilo devora a alguien a quien admira y que quisiera que formara parte de su círculo íntimo por cualquier motivo que se le agrade. Llevándolo en su vientre, lo deposita en el vientre de su esposa para que renazca en su propia familia, siendo la persona devorada necesariamente alguien de fuera de su aldea. La hiena, por otro lado, devora aquellos más cercanos, que sean vecinos o incluso familiares, de forma muy similar a la práctica del brujo que utiliza la intimidad para obtener sus víctimas (Geschiere, 2013).
Una de las posibles interpretaciones de estas narrativas es que el zoomorfismo sería un lenguaje que permite reflexionar acerca la moralidad de las personas de ese grupo. Mientras que la hiena es condenada por devorar (Nyamnjoh, 2018) a sus allegados, reduciendo así su núcleo familiar, el cocodrilo es admirado por ser quien promueve la expansión de su familia, incorporando a su círculo de convivencia a quienes son deseables, reconociendo su propia incompletitud (Nyamnjoh, 2015) al buscar en los demás las características que admira. El cocodrilo sería el llamado del otro a la coexistencia, a la comensalidad, a ampliar su red de relaciones en lugar de reducirla.