En esta comunicación propongo una reflexión crítica sobre el hogar como un espacio en el que se entrecruzan múltiples formas de violencia y discriminación, pero también como un lugar cargado de afectividad y de resistencia, especialmente para las trabajadoras migrantes del hogar y del Servicio de Atención Domiciliaria (SAD) en Cataluña. Aunque la literatura ha explorado la personificación de lugares, esta investigación desplaza el foco hacia el hogar como un espacio atravesado por vínculos afectivos y jerarquías sociales.
Desde la perspectiva de las trabajadoras migrantes, el hogar no es un lugar neutral, sino un entorno disciplinante que produce subjetividades subordinadas, las expone a violencias naturalizadas, y a la vez se configura como un escenario de resistencia cotidiana.
A través de entrevistas en profundidad y observación participante, exploro cómo estas trabajadoras narran su relación con el espacio: un “lugar-persona” que moldea su subjetividad, las violenta y del que también se defienden. Se analizan las formas en que se encarnan mecanismos de control social, cómo se negocia la entrada y la permanencia en estos territorios íntimos, y cómo estas dinámicas producen y refuerzan jerarquías de clase.
Al hacerlo, se propone repensar la noción del hogar no solo como un espacio de refugio y sustento, sino también como una estructura profundamente violenta y racializada, ofreciendo así una lectura más compleja de la espacialidad afectiva en el mundo contemporáneo.