La imbricación entre las esferas de la salud y la espiritualidad ha sido ampliamente abordada por la antropología de las espiritualidades contemporáneas (Cornejo-Valle et al. 2013). Más allá de la consideración de las prácticas espirituales como simples alternativas al sistema biomédico convencional, este trabajo analiza cómo la salud opera como un campo semántico que estructura un “marco moral” para expresar valores culturales. En particular, se explora el caso de las eco-espiritualidades (Jiménez Romero, 2022), donde la salud no solo remite al bienestar físico o emocional, sino que se configura como una categoría moral que organiza el mundo. En estos discursos, lo “saludable” se asocia con lo bueno, lo armónico y lo interconectado, mientras que la “enfermedad” representa la ruptura, la desconexión y lo negativo. Por ejemplo, la crisis climática se considera una enfermedad colectiva que afecta tanto a nivel planetario como a nivel individual. En esta línea, otras investigaciones ya han identificado un lenguaje de la toxicidad en el campo de las eco-espiritualidades (Griera et al. 2025). A través del análisis de los datos producidos en una etnografía multi-situada (Marcus, 2001) en la que se ha realizado observación participante en diferentes escenarios donde se realizan rituales de reconexión con la naturaleza y de la metodología El Trabajo Que Reconecta se presenta un mapeo de discursos (Conde, 2009) sobre las diferentes formas en las que las eco-espiritualidades resignifican la salud para construir una ética relacional que vincula a humanos y no-humanos, naturaleza y cultura, cuerpo y espíritu. De este modo se integrará dentro de un modelo sintético a los diferentes actores, sus posiciones discursivas y las dimensiones que estructuran el campo discursivo, proporcionando una visión topológica (Conde, 1987) del fenómeno de estudio.