Esta comunicación parte de un trabajo de campo etnográfico con una asociación de personas trasplantadas de hígado en Cataluña. Aunque no se trata de una etnografía extensa, la observación participante, las conversaciones informales y las entrevistas semiestructuradas han permitido identificar diversas tensiones en la relación entre pacientes y sistema biomédico (Kleinman, 1988).
En primer lugar, abordo el estigma que recae sobre las enfermedades hepáticas —particularmente cuando están asociadas a consumos considerados “desviados”, como el alcoholismo— y cómo este estigma influye en la construcción de la figura del “buen candidato” al trasplante. En este marco, la selección de candidatos incorpora juicios comportamentales, catalogados como “médicamente objetivos”, que pueden excluir a ciertos pacientes o condicionar profundamente su experiencia (Bourdieu, 1986, 1997). Los propios pacientes asumen y reproducen este lenguaje biomédico y moral en torno a la idea del “merecimiento” del órgano, considerando justo que se priorice a quienes cumplen con ciertos criterios de conducta y probabilidad de éxito, interiorizando así las normas y discursos que sustentan estas decisiones (Mauss, 2009).
En segundo lugar, analizo cómo, una vez trasplantadas, estas personas interiorizan ciertas normas biomédicas a través de discursos y prácticas paternalistas —a menudo reproducidas también dentro de las asociaciones de pacientes—, especialmente en relación con la dieta, la actividad física o las pautas de medicación (Waldby, 2002; Martín-Moruno y Pichel, 2019).
El caso de las personas trasplantadas de hígado muestra cómo la institución biomédica interviene en la configuración de subjetividades, influyendo en la definición de qué comportamientos se consideran aceptables, qué narrativas tienen legitimidad y qué saberes se reconocen como válidos (Lock, 2002; Kleinman, 1988).