En la lógica de la fast academy, los sistemas educativos neoliberales uniformizan los ritmos de aprendizaje mediante dinámicas de eficiencia, control y cuantificación que establecen una atención “correcta”. Esta imposición estandarizadora desplaza las experiencias neurodivergentes -como el TDAH- hacia los márgenes, al tiempo que activa dispositivos de estigmatización que patologizan la diferencia y la convierten en déficit.
Esta propuesta cuestiona la tensión entre un modelo pedagógico centrado en la productividad y la necesidad de reconocer procesos de aprendizaje diversos. El estigma, más que un simple prejuicio individual, funciona como un mecanismo institucional que legitima la jerarquía entre profesor y alumno, estableciendo un cuerpo‑mente “ideal” al que todos deben ajustarse.
Frente a este escenario, se recupera la noción de rapport como herramienta para reconfigurar la relación docente‑estudiante, basada en la empatía y la escucha activa, que no se limita a “entender al otro”, sino que también cuestiona la distribución del poder y crea espacios donde la diferencia pueda expresarse sin penalizaciones. En consecuencia, se puede considerar una práctica de resistencia frente a la pedagogía neoliberal. Al generar vínculos horizontales y espacios de diálogo genuino, interrumpe la lógica productivista y tecnocrática que rige la enseñanza contemporánea, y permite reconfigurar la educación como una relación situada, sensible y ética.
Llevar esta ética etnográfica al aula significa abrir negociaciones sobre ritmos y criterios de evaluación para desmontar la verticalidad y construir una atmósfera de cuidado mutuo.