En las últimas décadas la recolección y valorización de residuos ha pasado de ser una actividad de subsistencia a una industria millonaria y transnacional. Solo en Cataluña, más de 36.000 personas trabajan directamente en la gestión de residuos, mientras que 108.000 lo hacen de forma indirecta, según la Agència de Residus de Catalunya. Fuera de esas cifras, unas 3.200 personas —la mayoría migrantes subsaharianos— se dedican a la recolección informal y venta de chatarra en Barcelona (Porras et al., 2024). Con ellas comienza el proceso de valorización de los residuos metálicos: un camino en el que metales descartados se convierten en mercancía con valor de cambio. Esta investigación etnográfica se centra en ese primer eslabón de la cadena: la recuperación de metales en la calle y su posterior tratamiento y selección en las chatarrerías del Poblenou. El objetivo es explorar la transición de residuo a recurso. Las chatarrerías no son sólo intermediarias, sino espacios que conectan los circuitos informales y formales del reciclaje. Allí, los metales son almacenados, separados y clasificados, añadiendo valor en cada etapa. Desde estos espacios, el material pasa a depósitos de mayor escala en la periferia y luego a siderúrgicas, locales o extranjeras. En esta cadena de valorización, el trabajo humano resulta imprescindible. En el caso de los metales implica tanto esfuerzo físico como conocimiento práctico, especialmente en la clasificación manual, casi artesanal. La relación entre chatarreros y chatarrerías se basa en una lógica de dependencia mutua: como una suerte de falsos autónomos, los recolectores suelen abastecer siempre a la misma empresa, que les paga a diario y en efectivo. Esta comunicación propone una reflexión sobre la construcción de valor de los objetos y el valor del trabajo invisible que sostiene la economía circular urbana, así como sobre las fronteras entre lo informal y lo formal.