Fuentes católicas de la espiritualidad del feminismo de la diferencia: los Círculos de Mujeres.

Las participantes del Círculo de Mujeres del Instituto Gestalt– la mayoría entre los 40 y 70 años – inscriben sus experiencias religiosas en la esfera de la “Nueva Era”, en torno a concepciones esencialistas de género sobre lo femenino, como experiencia espiritual y de “empoderamiento”.
Inspirados por las teorías evolucionistas que imaginaban una época matriarcal primitiva, los Círculos de Mujeres nacen en los 60s y los 70s, impulsados por el feminismo de la diferencia y los movimientos espirituales feministas, en defensa de un principio femenino universal y el deber feminista de recuperarlo y celebrarlo. Ante lo cual, permiten crear toda una red de experiencias y saberes como una forma individual y personalista de subversión de cierto orden – patriarcal y católico – que consideran violento y limitante. Lo que la propuesta de comunicación sostiene es que esta corriente no puede entenderse al margen de una religiosidad de base católica con la que las seguidoras de la corriente proclaman romper. Lo observado en la investigación acredita que todas las participantes provienen de fuertes raíces católicas, tanto de educación como familiares. Estas incorporan sus experiencias religiosas al marco de la Nueva Era, como una forma de superar límites de género como son los del hogar o la familia y resignificar ciertas formas católicas, a través de figuras de vírgenes o santas como formas prístinas de adoración a lo femenino, cultos incluso atribuídos como "paganos”, que permiten conocer la propia esencia “femenina”, como genérico transcultural, y deshacerse de ciertas cadenas, que son siempre exteriores y conflictivas. Este tránsito de la religiosidad popular católica, a aquello que conocemos como “La religión de la Diosa” no es arbitraria y obedece a ciertas condiciones que se han venido dando desde los 70 y 80, que llevan al mismo tiempo al rechazo explícito de ciertas convenciones católicas y a su integración reinterpretada en el marco de las llamadas nuevas espiritualidades, así como en el llamado feminismo “espiritual” o de la diferencia, como un reclamo que transita de lo colectivo, a lo personal e individual.