Resum
A raíz del interés por las formas de organización comunitaria y la reflexión en torno a otras ontologías distintas al naturalismo occidental desarrollado especialmente desde finales del pasado siglo, se reconocen crecientemente, tanto a nivel académico como político, los positivos resultados asociados a formas de gobernanza comunitaria de recursos naturales. Formas de organización que son herederas de siglos de tradición, como los territorios comunales de pasto de alta montaña, y que otras veces se originan en ámbitos urbanos, alrededor de huertos y espacios autogestionados. A pesar de las distancias, hay notables puntos en común: complejos híbridos que son objeto de toma de decisiones colectiva y sobre los que interactúan también discursos, políticas y particularidades socionaturales, conformando así complejos ensamblajes en que se entrelazan distintos elementos, historias y formas de vida. La gobernanza comunitaria y los territorios conservados por comunidades locales ofrecen de este modo un prisma diferente para situarnos y re-pensar las múltiples relaciones de los seres humanos con y en el entorno natural, contribuyendo a la complejización y/o disolución de dicotomías y categorías modernas.
Desde los célebres trabajos de Elinor Ostrom, alrededor de la gobernanza colectiva de recursos naturales (Ostrom, 1990), el estudio y defensa de “commons” ha tomado relevancia a nivel internacional, tanto a nivel académico como activista. Su trabajo ha sido un soporte fundamental para visibilizar y legitimar el rol de la gobernanza comunitaria, la que hasta hace no muchos años no gozaba de la misma tribuna ni de la misma estructura de soporte (política, académica, económica) que ha fomentado la gestión pública y privada de recursos naturales (Agrawal, 2003). La gestión comunitaria de recursos se sirve de instituciones y otros mecanismos no-formales de toma de decisiones participativa, donde la gobernanza se entiende como las interacciones entre estructuras, procesos y tradiciones que determinan cómo son ejercidos el poder y las responsabilidades, cómo se toman las decisiones y cómo tienen voz los ciudadanos y otros interesados (Graham et al., 2003).
La gestión comunitaria de recursos naturales emergió en muchos lugares como una forma óptima de aprovechar un recurso relativamente escaso de modo que fuese perdurable y que además asegurara su acceso a una población, como lo evidencian los comunales pastoriles de alta montaña (cuyos pastos son aprovechables sólo durante la temporada cálida) o las comunidades de riego en zonas áridas (Chamoux y Contreras, 1996). Este conjunto de manifestaciones no se dirige solo a la correcta administración de un recurso, sino que también contempla mecanismos orientados a diversas formas de justicia social.
Por otro lado, hace algunas décadas ya que es habitual abordar críticamente la aproximación epistemo-ontológica a la distinción “naturaleza-cultura”, a partir del trabajo de autores como Descola (2012), Viveiros de Castro (2009), Kohn (2013), Stengers (2003), y de la Cadena (2015), entre otros. En efecto, se trata de multiplicar, dentro de nuestros marcos, ‘los existentes’, las posibles interacciones susceptibles de observar, analizar y/o conceptualizar. En este punto la obra de Ingold es complementaria pues realza precisamente las prácticas que se arraigan y constituyen landscape, lo que se traduce en el concepto de taskscape, es decir un entramado de prácticas de diversa índole que tienen lugar en y configurar un territorio particular (Ingold, 2000). Con ello se puede argumentar sobre la conformación de paisajes y territorios como ‘socionaturalezas’ (Swyngedouw, 1999), entidades híbridas que son el resultado del entrelazamiento de elementos heterogéneos (materiales, discursivos) y no siempre coherentes que caben ser entendidos como ensamblajes (Li, 2007; Tsing, 2015; Latour, 2017; Haraway, 2019). Los elementos que los componen son también híbridos: genes, condicionantes ambientales, conocimientos y formas de uso, mercados, políticas, etc.
La consideración de estos ensamblajes implica reconocer de facto una amplia riqueza de patrimonio integral: prácticas, saberes, cosmovisiones e instituciones que se entremezclan (y se co-construyen) con diversidad genética resultado directa o indirectamente de esta interacción. En este marco, la idea misma de biodiversidad es un elemento que produce diferentes posicionamientos discursivos y configuraciones de redes de actores (Escobar, 1998), desde enfoques más institucionales- globales a otros de base local y autónoma. Cabe resaltar entonces que incluso dentro del ámbito institucional se reconozca crecientemente que la diversidad biocultural ha sido co-producida y se encuentra custodiada localmente por comunidades, constituyendo formas efectivas de conservación. Así, por ejemplo, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza ha incorporado en su definición de área protegida estos casos: “Un espacio geográfico claramente definido, reconocido, dedicado y gestionado, mediante medios legales u otros tipos de medios eficaces para conseguir la conservación a largo plazo de la naturaleza y de sus servicios ecosistémicos y sus valores culturales asociados.” (Dudley, 2008).
De este modo, ya no son sólo los estados, organizaciones privadas u organismos internacionales a quienes se les reconoce capacidad para la denominada ‘conservación de la naturaleza’, sino que se consideran también otras instituciones sin amparo normativo. Este es el caso de las Áreas Conservadas por Comunidades Locales, que toma relevancia internacional a partir de finales del s.XX e inicios del s.XXI, con la reivindicación de comunidades indígenas y rurales en relación a la gobernanza de sus territorios (Borrini-Feyerabend et al., 2014; Kothari et al., 2012). Se reconocen como las formas más antiguas de área protegida, considerando la visión integral de las expresiones de diversidad que encontramos en un territorio (Pretty, et al., 2009). A la vez, se alejan de las narrativas de apropiación, terciarización y mercantilización de la naturaleza, como se ha señalado para las figuras de protección estatales (Beltran y Santamarina, 2015). Estos planteamientos surgen simultáneamente al cuestionamiento a la epistemología de la ciencia como institución para determinar políticas de conservación de la naturaleza (Latour, 2017) y en el que las propias políticas que buscan preservar esta diversidad no están logrando sus propósitos (CBD, 1992).
En este contexto, la gobernanza comunitaria de socionaturalezas nos permite repensar nuestra posición de cara a los desafíos ‘socioambientales’ que afrontamos en el siglo XXI, sin olvidar que justamente este tipo de prácticas se han realizado de forma sostenida por cientos y miles de años. A pesar de esta antigüedad, esta realidad debe ser interpretada y analizada no sólo como un resabio del pasado, sino como una forma de adaptación a los cambiantes contextos socioambientales en que se desenvuelven. En tal escenario, dichas formas de organización cobran relevancia en relación a conceptos como sostenibilidad, soberanía, autonomía, así como ante la flagrante constatación de que nuestro planeta es finito y no puede ser explotado como si no tuviese límites (MEA, 2005).
El tratamiento a través de métodos etnográficos de estas formas de organización y relación se perfila especialmente oportuno, dada la complejidad y particularidad de los fenómenos que concurren en los territorios, tales como: la confluencia no siempre benevolente de políticas de distinto tipo (de desarrollo rural en términos agrarios, de turismo, de conservación, entre otras); discursos que promueven prácticas que no se adecúan del todo al territorio; dinámicas de mercado de distinto alcance y/o escala (local, autonómico, nacional, internacional); o divergencias culturales que eventualmente pueden terminar en encuentros o directamente en choques.
El simposio pretende abrir un espacio para poner en común y debatir alrededor de casos de estudio centrados en comunidades que gobiernan comunales pastoriles, cofradías de pesca, montes vecinales e incluso huertos urbanos, que provengan de distintos marcos territoriales y bio-culturalmente diversos, exponiendo sus particularidades, considerando las diferentes tensiones a que están sometidas y los modos en que se enfrentan, se adaptan y las resuelven.
Referències
Agrawal, A. (2003). Sustainable governance of common-pool resources: Context, Methods and Politics. Annual Review of Anthropology. 32:243-62.
Beltran Costa, O., Santamarina Campos, B. (2016). Antropología de la Conservación en España. Balance y perspectivas. Revista de Antropología Social 25(1), 85-109.
Borrini-Feyerabend, G., Dudley, N., Jeager, T., Lassen, B., Pathak Broome, N., Phillips, A., & Sandwith, T. (2014). Gobernanza de Áreas Protegidas: De la comprensión a la acción. Gland, Suiza: UICN.
CBD (1992). Convention on biological diversity. United Nations Environment Programme.
Chamoux, M.N. y Contreras, J. (eds.) (1996). La gestión comunal de recursos. Economía y poder en las sociedades locales de España y de América Latina. Icaria: Barcelona.
De la Cadena, M. (2015). Earth Beings : Ecologies of Practice Across Andean Worlds. Durham : Duke University Press Books.
Descola, P. (2012). Más allá de la naturaleza y cultura. Buenos Aires: Amorrortu.
Dudley, N. (Editor) 2008. Directrices para la aplicación de las categorías de gestión de áreas protegidas. Gland, Suiza.
Escobar, A. (1998). “Whose knowledge, whose nature? Biodiversity, conservation, and the Political Ecology of Social Movements”. Journal of Political Ecology, 5: 53-82.
Graham, J., Amos, B., Plumptre, T. (2003). Governance principles for protected areas in the 21st century, a discussion paper. Institute on Governance.
Haraway, D. (2019). Seguir con el problema. Generar parentesco en el Chthuluceno. Bilbao: Consonni.
Ingold, T. (2000). The perception of the Environment. Essays on livelihood, dwelling and skill. Londres y Nueva York: Routledge.
Kohn, E. (2013). How forests think: toward an anthropology beyond the human. Berkeley : University of California Press.
Kothari, A., Corrigan, C., Jonas, H., Neumann, A., & Shrumm, H. (2012). Recognising and supporting territories and areas conserved by indigenous peoples and local communities: global overview and national case studies. Technical Series.
Latour, B. (2017). Facing Gaia. Eight Lectures on the New Climatic Regime. Polity Press
MEA (2005). current state and trends. Vol. 1: Ecosystem and well-being. Millennium Ecosystem Assessment. London: Island Press.
Ostrom, E. (1990). Governing the commons: the evolution of institutions for collective action. Cambridge: Cambridge University Press.
Pretty, J. (Coord.) (2009). The Intersections of Biological Diversity and Cultural Diversity: Towards Integration. Conservation and Society, 7(2), 100–112.
Stengers, I. (2003). Cosmopolitiques (vols. I y II), París: La Découverte.
Swyngedouw, E. (1999). “Modernity and Hybridity: Nature, Regeneracionismo, and the Production of the Spanish Waterscape, 1890–1930”. Annals of the Association of American Geographers 89(3): 443-465.
Tsing, A. L. (2015). The Mushroom at the End of the World. On the Possibility of Life in Capitalist Ruins. Princeton: Princeton University Press.
Viveiros de Castro E. (2009). Métaphysiques cannibales, PUF, Paris.