La antropología del parentesco había considerado que la díada madre-bebé era la unidad esencial e irreductible del parentesco (Ginsburg y Rapp, 1991), considerando esta díada como algo natural, privado, femenino, y no político (Roberts, 2015), y que, por lo tanto, formaba parte de la naturaleza más que del mundo social. La incorporación en la antropología de la perspectiva crítica colonial y la perspectiva feminista coincidió con el nacimiento de la antropología médica, que analizaba cómo los conceptos de la salud, la medicina y el cuerpo son modulados por las relaciones políticas, sociales y económicas, así como por los valores culturales (Von Hollen y Aplleton, 2024). De esta manera, los cuerpos, las sexualidades y los procesos reproductivos y de crianza se constituyeron como campos propios de la antropología contemporánea.
Ginsburg y Rapp (1995) situaron la reproducción al centro de la teoría social, analizando como las percepciones y las experiencias de los procesos reproductivos estaban modelados por diversas relaciones de poder, que incluían desde la familia, la comunidad, la nación y el mundo global (Ginsburg y Rapp, 1991). De esta manera, los “eventos que ocurren en el cuerpo de las mujeres” (Ginsburg y Rapp, 1991: 311) ligados a la reproducción, como el embarazo y el parto, son procesos biológicos que, en diversas culturas, dan paso a que la mujer que los experimenta pueda ser significada como madre, a partir de lo cual se le asignan trabajos (reproductivos) de crianza y cuidados temporalmente indefinidos, a pesar de que se asocian a procesos biológicos temporalmente acotados. Más adelante, las antropólogas Lynn Morgan y Elizabeth Roberts (2012) acuñaron el término “gobernanza reproductiva” como una herramienta analítica que permite reseguir los cambios en las racionalidades biopolíticas dirigidas hacia los comportamientos y las prácticas reproductivas (Morgan y Roberts, 2012) que ocurren en el mundo global. Marcia Inhorn (2015), añadió el término “reproscape” a la lista de “scapes” descritos por Appadurai (1990) -etnoscapes, mediascapes, technoscapes, financescapes y ideoscapes-, para definir como la reproducción a escala global, implicaba viajes de personas, gametos, tecnologías, capital e ideas para los servicios reproductivos, y no reproductivos, especialmente con el desarrollo de la reproducción asistida a escala global. En este sentido, los procesos reproductivos, incluyendo el aborto, no son procesos individuales, sino procesos colectivos y sociales que ocurren en un mundo global. Del mismo modo que la organización social de los cuidados puede implicar procesos de desigualdad social y de reproducción estratificada (Colen, 1986, 1989, 1990, 1995), donde algunas mujeres del Sud Global realizan los trabajos de cuidado y crianza culturalmente asignados a otras que los pueden pagar.
Si entendemos la crianza como componente clave del trabajo de reproducción que continúan desempeñando mayoritariamente las mujeres -aunque con mayor participación masculina en ciertos contextos- resulta clave analizar cómo el concepto de gobernanza reproductiva se amplía hasta considerar todas aquellas dimensiones de los vínculos que se ponen en juego en la crianza, que incluyen la producción de ideas de normalidad y normatividad de las formas de criar y cuidar que se traslada a situaciones complejas con consecuencias a nivel médico y jurídico de exclusión de amplios conjuntos de madres, padres e infancias (Morelli, 2017; Shreidecker et al, 2023a y b)
De la misma manera que se había considerado la reproducción y la crianza como algo externo al dominio social, la sexualidad no se analizaba como un aspecto de la organización social hasta los años 70, con la aportación de Michel Foucault (1976 [1978]), que desligaba la sexualidad de la biología y la situaba en el campo de las relaciones de poder. De nuevo serían los mecanismos de gobernanza situados en las regulaciones del parentesco o las moralidades las que regularían las experiencias sexuales y darían forma al comportamiento individual y de grupo (Ross y Rapp, 1981), regulando comportamientos desde lo “normal” -heteronorma- (Rubin, 1974) o “anormales” (Foucault, 1974-75 [2000]). Así, por ejemplo, en las sociedades occidentales, la regulación de la sexualidad se vincula en muchas ocasiones a finalidades reproductivas, considerando que la sexualidad se inicia en la pubertad y termina con la menopausia, considerando que infancia y la vejez carece de sexualidad.
Actualmente, nuestra disciplina enfrenta desafíos teóricos, metodológicos, éticos y políticos para abordar estos temas en un escenario que exige una conversación con otras disciplinas que estudian e intervienen en la salud sexual y reproductiva así como en el cuidado y atención de la salud infantil, de las personas de diferentes géneros y edades. Para ello, la antropología debe articular enfoques, datos y metodologías con otras profesiones, debe hacer campo en situaciones determinadas por diversos factores políticos e institucionales, y debe tener la capacidad de entender las demandas y la incidencia de esa multiplicidad de sujetos e instituciones que regulan el contexto donde las personas experimentan y toman sus decisiones en cuanto a su sexualidad, reproducción y crianza. Al mismo tiempo, el impacto de los discursos institucionales y mediáticos sobre el cuidar, el género, la maternidad, la fertilidad, la crianza, la familia y la sexualidad intervienen de manera diferencial según la posición social de las personas, lo que revela la necesidad de mirar esto desde una perspectiva interseccional (Crenshaw, 1989).
En este simposio, invitamos a proponer trabajos contemporáneos que analicen los procesos vinculados a la salud sexual y reproductiva, a la crianza y al cuidado, y que pueden incluir la relación de los procesos reproductivos con las políticas públicas, económicas y sociales, la percepción del impacto de la contaminación y la crisis climática sobre el presente y el futuro reproductivo, los nacimientos, la crianza y la lactancia, el impacto de las movilidades en las decisiones y estrategias (no) reproductivas, el papel de las redes de apoyo en los cuidados, así como las regulaciones de la reproducción, la crianza y la sexualidad por edad, género, o (dis)capacidad, aportando un análisis crítico sobre cómo la antropología construye datos y enfoques socioculturales que permiten discutir supuestos y afirmaciones sostenidas desde discursos institucionales y mediáticos.