Abstract | La investigación que aquí se presenta recoge algunas impresiones analíticas obtenidas en distintas misiones etnográficas realizadas en la Baja Casamance, Senegal, desde enero de 2016, destinadas a conocer las implicaciones sociales y culturales de un nuevo sistema de transporte informal, las mototaxis llamadas jakartas. Más allá de entender los problemas de accesibilidad y movilidad en términos de infraestructura de transporte público, los jakartamans se presentan como eje de un auténtico ecosistema que abarca diferentes ámbitos de la sociedad senegalesa: los conflictos derivados de la construcción de estados poscoloniales; el papel de las diferentes orientaciones religiosas en competencia; la frágil relación entre el trabajo y la economía formal e informal; y la construcción de identidades étnicas, generacionales y, en lo que nos compete en esta presentación, de género. De entre todas las personalizaciones que se le aplican a una motocicleta, las más visibles son las que explicitan la vinculación con los prototipos de masculinidad y juventud. En este planteamiento el jakartaman se presenta como una reafirmación de una masculinidad estereotipada global, una especie de la radicalización de la división simbólica entre sexos y en su sociedad -y la nuestra- se convierte en la apoteosis simbólica del macho y, por extensión, de lo heteronormativo, aunque, como siempre, hay matices, en este caso, generacionales.
La motocicleta se presenta así como un potenciador del deseo carnal. Uno de los elementos más importantes para crear este imaginario sexual es el cuerpo del jakartaman representado casi exclusivamente a través de criterios estéticos: chicos jóvenes de entre 17 y 25 años, vestidos con tejanos y camisetas ajustadas -en contraposición a las vestimentas tradicionales de sus etnias-, conduciendo motos de plástico de 125 cl, con música nigeriana a todo volumen. Aunque esta forma de ponerse en escena en el espacio público no es exclusiva de los jakartamans, sino que caracteriza la juventud senegalesa, confinada a una esfera privada que les exige, en público, perpetuar roles de insubordinación (Diagne, 2018). El poder de representación de la juventud se basa así en la exhibición de sus cuerpos agitados y en movimiento; cuerpos y motos retroalimentan la ficción, atribuyendo lo que se ve a lo que no se ve, pero se intuye o imagina. Si la identidad se constituye a través de gestos corporales y acciones en público repetidos y ensayados (Butler, 1993), podemos afirmar que el movimiento de este colectivo, la motricidad de sus cuerpos aferrados a esa moto, está orientada a suministrar estímulos visuales que confirman una determinada significación sexual estereotipada masculina.
Sin embargo, en un Senegal, modernizado e islamizado, se sigue una evolución ambivalente entre los placeres de la carne y la virtud del pudor (Biaya, 2002). Puede que por esta misma razón, la mujer esté más estigmatizada que el hombre al mostrarse en público con ropa que deje entrever regiones del cuerpo con género. Mientras la apariencia física del hombre joven jakartaman puede mostrar, incluso, potenciar la idea del placer sexual, enseñando, por ejemplo, el torso desnudo, las mujeres son impugnadas por su manera de vestir o comportarse encima de una moto. Comentarios que relacionaban el exhibicionismo estético de la mujer con que estaban “buscando algo” o “provocando a los hombres” fueron constantes en mi investigación, tanto de los jakartamans como de otros hombres usuarios o no de mototaxi.
Es evidente que la definición de masculinidad no puede ser una compilación de rasgos estereotipados universales como la agresividad y el desapego emocional, la perspectiva es intentar analizar las identidades masculinas de los jakartamans como 'socialmente construidas' (Barker y Ricardo, 2005). Hay que tener en cuenta que cualquier reflexión sobre el género en Senegal, como en cualquier otro lugar, tiene que estar incluida dentro de marcos de interacción donde la sociabilidad se construye permanentemente. El cuerpo nunca puede ser percibido en una individualidad, aislado de los procesos étnicos, religiosos o modernos de socialización, más bien al contrario, siempre está embrollado en densas redes sociales. Esta interacción nos proporciona pistas sobre los roles, las funciones y los desafíos del cuerpo dentro de las sociedades. En conclusión, vale la pena analizar las jakartas como parte de una sociedad, adaptable y al mismo tiempo resistente, particular y universal.
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